AL PRINCIPE
Convertirse en Rey, en términos alquímicos, es una búsqueda interna que exige superar tres posibles excusas para abdicar: la impotencia, la pobreza de espíritu y las distracciones del mundo. Si el aspirante está listo, su primer paso es comprender cómo funcionan las cosas, desarrollando un espíritu perspicaz y comprometido. El camino requiere una fusión de práctica (Arte) e inspiración.
Para alcanzar la verdadera realeza, el aspirante debe proteger sus recursos, tanto físicos como mentales, sin desperdiciarlos en cosas triviales. También debe permanecer fiel y valiente ante los desafíos, reconociendo que este conocimiento no es para cualquiera, sino solo para los dedicados al autodescubrimiento. Al observar los “signos” que surgen en las diversas “cocciones” de su vida, puede aprender de cada experiencia y acercarse a su verdadero propósito.

ARTE REAL
El camino alquímico sigue seis etapas: Sublimación, Calcinación, Disolución, Coagulación, Fijación y Blanqueo.
A lo largo del proceso, uno observa, sin intervenir, las “maderas” que avivan su Fuego interior, eligiendo las que producen una llama fuerte y duradera. Así, el alquimista logra un equilibrio en su naturaleza. Finalmente, el alquimista se da cuenta de que todo lo que necesita está dentro de su propia naturaleza y que la separación inicial de lo puro y lo impuro era, en realidad, la preparación para alcanzar una unidad más alta. La última etapa es comprender que la transformación depende tanto del trabajo consciente del hombre como de la intervención de la Naturaleza.
